sábado, 29 de agosto de 2015

El Traslado

Llegó el día, todo estaba preparado para mi marcha al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, los nervios y la emoción me inundaban, por fin abandonaba la UVI del Carlos Haya para comenzar una nueva etapa. Por lo normal o por lo menos en la sanidad pública, los traslados de pacientes en estado crítico se realizan en helicóptero para que el enfermo llegue cuanto antes y sufra lo menos posible. De hecho, este hospital dispone de helipuerto propio ya que muchos de los enfermos llegan de esta manera. 

Mis padres decidieron coger el coche y echarse a la carretera dirección Toledo confiados de que todo estaba listo para mi inminente partida y que en pocas horas estaría en el nuevo hospital, pero una inesperada llamada les hizo cambiar de rumbo. Nuestra aseguradora médica privada denegaba mi traslado en helicóptero y una nueva preocupación se cernió sobre nosotros ¿perdería la tan ansiada cama que tenían preparada para mi en Hospital Nacional de Parapléjicos? Amigos de nuestra familia fueron a reclamar a la dirección de la compañía que tras mucho insistir finalmente accedió a llevarme hasta Toledo. Mi viaje sería diferente, habían dispuesto un avión que me llevaría hasta Madrid y una vez allí una ambulancia medicalizada me dirigiría hasta mi destino final. Esta nueva opción no era la más apropiada dado mi estado pero nuestro objetivo era llegar como fuera, así que aceptamos. 


Pocos son mis recuerdos del trayecto, solo alcanzo a vislumbrar algunos minutos de avión donde el personal sanitario bromeaba con que estábamos en el jet privado de Antonio Banderas para así sacarme una sonrisa. Mis padres retomaron también el viaje aunque esta vez, debido a los contratiempos, sería imposible que llegaran a buena hora para acompañarme en mi ingreso al hospital toledano. Por suerte, mis familiares de Madrid no dudaron en acercarse a la ciudad de las tres culturas para acompañarme en mi llegada a la que sería mi nueva estancia por más de un largo año.